El calentamiento previo se dividía en dos sectores. Por un lado, los jugadores que practicaban su juego largo en el driving y veían cómo las pelotitas cobraban altura antes de hacer una parábola y comenzar a bajar, a unas 200 yardas de allí. Por el otro, quienes afinaban y calibraban su puntería en el putting green.
Crónica de una jornada diferente
El viernes 9 de noviembre se disputó en el Cañuelas Golf Club una nueva edición de El Cronista Open Golf.
El estacionamiento al aire libre del Cañuelas Golf Club empezó a colmarse hacia las 11 de la mañana del viernes 9 de noviembre. Decenas de autos se apiñaban allí, a metros de la cancha en la que, dos horas después, se jugaría una nueva edición de El Cronista Open Golf.
Recibidos por la espectacularidad de un terreno en el que, desde 2011, se sitúa una de las canchas de golf más atractivas del país, casi un centenar de ejecutivos de las principales empresas de la Argentina bajaban de los vehículos con sus bolsos y se sometían al calor de un sol que prometía ser intenso durante toda la jornada.
A medida que fueron llegando, los participantes del torneo se acreditaron en el Club House, donde los organizadores del certamen se encargarían de comunicarles el equipo que integrarían y el hoyo desde el que comenzarían a jugar un torneo distinto. Porque efectivamente se trató de un torneo diferente a todos, en el que las reglas -al igual que ocurre desde hace años en el país- iban cambiando hoyo a hoyo. Un torneo Argentinísimo.
Mientras los invitados seguían arribando a la cancha de 7267 yardas y par 72 que fue sede del Ángel Cabrera Tour en dos oportunidades y de distintas fechas pertenecientes al calendario oficial de la Asociación Argentina de Golf (AAG), muchos otros ya terminaban el desayuno y se aventuraban a probar los primeros golpes.
Hacia las 12.30 horas, la organización reunió frente al Club House a los 93 jugadores que participarían del torneo Argentinísimo. Es que media hora después, los 25 equipos -siete de ellos conformados por tres integrantes, y los 18 restantes, por cuatro- darían inicio al certamen. Y, dada su peculiaridad, era necesario ajustar los últimos detalles, despejar dudas y repasar las reglas del formato: un Texas Scramble modificado con salida simultánea.
Unos 20 minutos después, luego de que quedaran despejadas las dudas respecto a la modalidad con la que se jugaría el torneo, los equipos estaban listos para iniciar su participación. Y tras un saludo general al dron que sobrevolaba por sobre sus cabezas, los players tomaron sus juegos de palos y debieron enfrentar el primer obstáculo que propuso la jornada golfística: un paro de transporte que los obligaría a caminar durante todo el recorrido. Así, entre risas, emprendieron la caminata hacia su respectivo hoyo de salida.
Las siguientes cinco horas fueron a pura sorpresa y golf. Es que el Texas Scramble modificado implicó no sólo que cada equipo tuviera la posibilidad de elegir al mejor tiro de alguno de sus integrantes, y una vez definido, que desde allí todos jugaran el siguiente. También provocó que hubieran hoyos en los que los jugadores debieron avanzar o retroceder yardas, elegir entre dos banderas, tirar la pelota con la mano por la imposibilidad de usar sus palos, sumar o restar golpes, o incluso designar a alguno de ellos para que quede marginado de participar de un hoyo.
Tan argentino fue el torneo que incluso se demoró un poco más de la cuenta. Y hacia las 6 de la tarde, los primeros equipos comenzaron a regresar. Extenuados por el intenso calor y ante la amenaza de una tormenta, los jugadores apuraron el paso para ingresar al bar del Cañuelas Golf Club. Allí los esperaba, además de un ambiente acondicionado, un cocktail en el que los jugadores compartieron su experiencia y sus resultados, y comentaron, entre otros temas, sus pronósticos respecto al partido de la primera final de Copa Libertadores que ese fin de semana disputarían Boca y River.
Y a medida que las primeras gotas y la noche comenzaron a caer, la organización apuró la ceremonia de entrega de premios, para la que había conocado al economista Diego Giacomini. Fueron los instantes finales de una jornada en la que, al menos por unas horas, los ejecutivos dejaron atrás sus preocupaciones y se divirtieron con los múltiples cambios de reglas de un torneo más argentino que las empanadas y choripanes que circulaban por allí.